Sinaloa México
EDITORES / GUILLERMO SANDOVAL G / M ROCÍO SÁNCHEZ B

UNA LÁGRIMA PARA HEBE

Eran los días más negros del año 1976 y de la ejecución del Plan Cóndor, plan que el imperialismo norteamericano había diseñado, utilizando a los civiles y militares de la más nula dignidad y de máxima actitud servil y criminal que encontró en cada país latino americano y que en la historia de América latina hayan existido, para asesinar y exterminar a los ciudadanos más valiosos de su propio país.

Autor: ISMAEL DÍAZ COUTIÑO

También en ese año en México se aplicaba, como parte de ése criminal plan cóndor, la guerra sucia ejecutada por la brigada blanca que, con toda la autoridad de Luis Echeverría, presidente de México y reconocido y miserable agente de la CIA y el asesino Miguel Nassar Haro que actuaba como ejecutor y cuyo propósito fue exterminar de la faz de la tierra a su hijos más nobles y decididos y valerosos que México haya dado en los últimos cincuenta años.

En esos aciagos días del año de 1976, quien escribe, estaba junto a otros compañeros de la comunidad tzotzil y algunos obreros de Mazatlán, que después de pasar interminables semanas desnudos, encapuchados y torturados en alguna caballeriza del campo militar de Tuxtla Gutiérrez por las ordenes de la brigada blanca del tristemente célebre Miguel Nassar Haro, que después de la tortura descubrieron que habíamos cometidos delitos por lo cual nos aventaron a purgar largas penas en la Penitenciaria de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas que, según los ministerios públicos y jueces, por los delitos de rebelión, acopio de armas, asaltos, sedición y tantos otros que ellos inventaban que de ser ciertos, hubiéramos sido fusilados en el acto.

Por los misteriosos canales que suelen existir en las prisiones, llegó un día hasta mis manos un arrugado periódico que hablaba de Hebe Bonafini. Vi su fotografía en blanco y negro. La vi con su pañuelo blanco y su rostro angustiado pero firme y de mirada decidida, la expresión de su mirada y sus labios, sus mejillas eran parecidas a las de mi madre, la imagen borrosa de la foto no podía borrar el extraño parecido de la expresión de mi madre cuando llegaba a visitarnos a la prisión.

Supe allí que Hebe Bonafini junto a otras madres libraban una desigual batalla por encontrar a sus hijos desaparecidos por las criminales fuerzas represivas de los gorilas impuestos por el plan cóndor en Argentina quienes tenían una campaña de exterminio contra la juventud digna y combativa de Argentina.

Nunca escuché hablar a Hebe y hasta ese día que vi su fotografía, comprendí, estoy seguro que de sus labios maternales brotarían palabras diciéndole a sus hijos, las mismas palabras que mi madre nos decía cuando estábamos hundidos en las sucias y míseras celdas de la penitenciará, de que, pese a los que estés pasando, jamás debes mostrar miedo y doblegarte ante estos miserables, aunque no quiero decir, por educación las palabras verdaderas.

El pañuelo blanco de Hebe era igual que el que se ponía mi madre y mi abuela para cubrirse del sol en los ardientes días del trabajo diario y los fríos días de diciembre.

Hebe Bonafini no le tuvo miedo a la jauría, como diría otra inolvidable canción de la inolvidable Violeta Parra en su canción los estudiantes; ellas exigían, tocaba puertas y arengaba a las madres sin miedo a policías, soplones, torturadores y criminales por la presencia de sus hijos, jóvenes como nosotros de aquellos años.

Plantada en la Plaza de Mayo de Buenos Aires, ella y otras heroicas madres que buscaban a sus hijos acompañadas únicamente de su valor y coraje, con la angustia y el dolor como único bálsamo para curar el dolor del desprecio y la represión policiaca.

Pero Hebe Bonafini apareció desde la inmensidad del sufrimiento de hace 46 años para levantar, como decenas de madres mexicanas de hoy, la bandera por la vida por sus hijos. Aquí en México tenemos multitud de madres que buscan a sus hijos desaparecidos. Mencionaremos a la señora Rosario Ibarra de Piedra y actualmente a decenas de madres de los estudiantes de Ayotzinapa que buscan a sus hijos.

 Cuarenta y seis años después veo en La Jornada que la gran Hebe se nos va. Mi memoria regresa a aquellos días negros, donde veo a mi madre, a mi hermana que - igual Hebe - estoy seguro en sus corazones tenían el mismo sentimiento de angustia, dolor y dignidad y decisión por luchar por la libertad de sus hijos y hermanos…Y aunque por las de mi madre las lágrimas ya se secaron ahora va una lágrima por Hebe.

Y la lucha continuará hasta que termine la barbarie del capitalismo.

Culiacán de Rosales, noviembre 20 del 2022.