Sinaloa México
EDITORES / GUILLERMO SANDOVAL G / M ROCÍO SÁNCHEZ B

El Cielo, el Descanso y el Paraíso: Toribio Gargallo y la desaparición forzada en Veracruz.

El pasado 2 de marzo se inauguró en la ciudad de Xalapa, Veracruz, el Memorial de Personas Desaparecidas. Ubicado en el parque Rafael Hernández Ochoa, este monumento está compuesto por una estructura similar a un puente peatonal, pero construido únicamente hasta la mitad, en representación de la ausencia de la persona desaparecida. En su interior, contiene una galería con las fotografías de 60 personas desaparecidas. De acuerdo con los colectivos de familiares presentes en el evento de inauguración, existe la propuesta de ampliar la galería y colocar más memoriales a lo largo del estado, pues la cantidad de desaparecidos en tierras veracruzanas es tan grande que no alcanzarían los monumentos y paredes para colocarlos a todos. 

Autor: Gerardo Alarcón Campos
Y es que, de acuerdo con cifras oficiales presentadas en el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas de 1964 a 2023, en el estado de Veracruz se tienen registrados un total de 7 mil 500 personas desaparecidas, ubicando a la entidad en el cuarto lugar a nivel nacional. Aproximadamente desde el año 2012, los que habitamos en Veracruz comenzamos a ver un incremento en los casos de desapariciones. Dolorosamente cotidiano se hizo ver carteles de se busca pegados en las paredes y postes de luz de la ciudad, los cuales a las pocas horas eran arrancados por trabajadores del gobierno del estado, ya que de acuerdo con la narrativa Duartista, “En Veracruz solo se roban Frutsis y Pingüinos en el OXXO”. 
Justamente a partir del gobierno de Javier Duarte, comenzaron a conocerse los casos de desapariciones en la entidad. De relevancia nacional fueron los casos de los cementerios clandestinos de Colinas de Santa Fe, Rancho el Limón, las fosas de Tierra Blanca y Playa Vicente, los vuelos de la muerte en la Barranca de la Aurora y un sinfín más, donde, después de ser exhumados, los desaparecidos volvían a desaparecer, ahora por la ineptitud de las autoridades que simplemente no fueron capaces de tomar las muestras necesarias para la identificación o que directamente, mandaban los cadáveres a las fosas comunes de los panteones porque ya no había espacio para almacenarlos. 
Si bien, la llamada “guerra contra la delincuencia organizada” trajo consigo un incremento exponencial en los casos de desaparición forzada, el estado de Veracruz no era ajeno a este tipo de casos. Mucho antes que los carteles del narcotráfico se formaran y asentaran en la entidad, había otro tipo de organizaciones criminales y grupos de poder regionales que, al igual que en la actualidad, actuaban bajo el amparo del Estado para controlar territorios con base en la violencia y el terror, eliminar adversarios políticos y competidores en negocios legales o ilegales, así como para sofocar los procesos de organización política y lucha social que surgían en la entidad en contradicción de los intereses del gobierno y la clase económicamente dominante. 
Los pistoleros y caciques usaban los ya conocidos métodos de violencia que se ven hoy en día: ejecuciones, secuestros, torturas y, por supuesto, la desaparición forzada. Si bien, el empleo de esta técnica no es tan meticulosa y sistemática como la empleada a finales de los 60’s durante la guerra sucia, sí cumplía su propósito de eliminar físicamente a sus víctimas y generar terror en las familias y comunidades aledañas, quienes solo podían especular cual había sido el terrible destino del desaparecido. 


Toribio Gargallo Peralta, El Toro, fue un cacique y pistolero que a finales de los 70's y durante la década de los 80's asoló los pueblos y ejidos de las regiones rurales de Córdoba y Orizaba en Veracruz. Gargallo construyó su poder en torno a la cooptación de la gente, entregándoles dinero y regalos, pero también mediante el robo de tierras y ganado, la apropiación de ranchos y propiedades, acaparando a nivel local la comercialización de las bebidas alcohólicas, el narcomenudeo y, principalmente masacrando y desapareciendo familias enteras, todo bajo el amparo de la policía estatal, la Policía Federal de Caminos, el ejército mexicano y el gobierno del estado de Veracruz.
Si bien, el fenómeno del pistolerismo no era nuevo en Veracruz, lo que caracterizó a Toribio Gargallo por encima de otros pistoleros de la época fue el método con el cual se deshacía de sus víctimas: arrojándolas a pozos de agua que se localizaban en uno de sus ranchos ubicado en la localidad de Ojo de Agua y que, según relatos, sería la tumba de aproximadamente 300 personas.
Próximos a cumplirse 32 años de su asesinato a manos de agentes de la Policía Judicial, los crímenes de Toribio Gargallo están quedando en el olvido; Cuando no son ignorados por la prensa y la academia en sus crónicas y trabajos que buscan explicar la violencia en Veracruz, son opacados por el romanticismo e idealización de un sector de la población que en su momento fue beneficiaria de los regalos económicos que les brindaba a cambio de su complicidad.
Sin embargo, la historia de Toribio Gargallo debe ser rescatada del olvido histórico, pues representa un claro ejemplo de cómo el Estado mexicano se ha valido de caciques, sicarios y pistoleros para mantener el control social, principalmente en las regiones más marginadas del país, y que la violencia permitida por el Estado no se debe simplemente a la corrupción.
“Lo hicieron malo quienes envidiaban su progreso”:
Toribio Gargallo Peralta nació en Arrollo de Enmedio, congregación de San Acatlán de Pérez Figueroa, Oaxaca, aproximadamente en el año de 1953. Su padre, Constantino Gargallo Martínez, originario de la congregación de La Turbina, municipio de Tezonapa, Veracruz y su madre Ana Peralta Álvarez, originaria de Ojo de Agua, municipio de Omealca, Veracruz, se vieron forzados a huir de entidad luego de que Constantino asesinara a su padrastro al enterarse que este golpeaba a su madre. Constantino utilizaría un rifle Mauser que el ejército y el gobierno del estado le habían dado, pues era jefe del destacamento local de guerrillas campesinas creadas durante el gobierno de Adolfo Ruiz Cortínez con el fin de proteger a las comunidades de la región de los salteadores de caminos y abigeos. Por dicha razón, y por adjudicársele la muerte de un delegado bancario, el ejército mexicano entraría a las localidades de Ojo de Agua, Cruz de Tetela y la Turbina con el fin de capturar a Constantino.
En Arrollo de En medio, Oaxaca, Constantino cambiaría su nombre a Domingo. Tiempo después nacerían Toribio y su hermano Gregorio. Constantino les enseñaría a sus hijos varones a realizar las actividades del campo, dedicándose al cultivo y corte de caña de azúcar. La familia Gargallo Peralta era próspera: pudo construir una casa propia, adquirieron su propia parcela para cultivar caña y lograron adquirir una camioneta.
Sin embargo, 10 años después de haber llegado a Oaxaca, Constantino sería asesinado por un hombre llamado Albertano Ramos. Toribio estaría presente durante el asesinato, siendo testigo de cómo, al dirigirse su padre a la parcela a realizar sus actividades, un hombre embozado le dispararía con una escopeta en la cabeza. Días después, concluidos los rituales funerarios, Albertano iniciaría una relación sentimental con Ana Peralta. El nuevo cónyuge vendería todas las propiedades de Constantino dejando a la familia en la ruina, razón por la cual, Ana se separa de él y regresa a Ojo de Agua, Veracruz.
Familiares de Toribio, entrevistados por Pedro Ibáñez Hernández para su libro Dulce Guanábana, relatan que el inicio de su carrera de pistolero se daría a causa de un atentado que sufre el 28 de marzo de 1978. Aquel día, Toribio y dos de sus acompañantes serían emboscados dentro de una parcela por pistoleros al servicio de Guillermo Vallejo. El motivo del ataque sería una venganza por parte de Guillermo contra Gregorio Gargallo, pues este habría sido el asesino de su hermano por una disputa sentimental. Toribio repelería la agresión, logrando asesinar a Pablo Lagunes, quien era su compadre y a Tranquilino Álvarez. Durante el enfrentamiento, un disparo le impactaría en la mandíbula inferior, desprendiéndosela. Pese a la gravedad de la herida, logra recuperarse, dejándole para siempre un aspecto siniestro con el que intimidaba a sus enemigos. 
Repuesto del ataque, su primera acción fue cobrar venganza contra la familia Vallejo y los pistoleros que lo emboscaron. Estos últimos fueron detenidos en Ojo de Agua por elementos del ejército mexicano, gracias a que el esposo de su hermana Virginia Gargallo Peralta era un oficial de dicha institución. La venganza de Toribio no se limitaría a la ejecución de sus adversarios, sino también de sus familias (mujeres, niños y ancianos incluidos), así como el robo de sus casas y parcelas, gracias a las cuales amasó una considerable fortuna. En este relato, la traición y la envidia, reflejados en el asesinato de su padre y la emboscada en su contra, se convierten en dos elementos que transformaron a Toribio Gargallo de ser un hombre trabajador del campo a ser un pistolero y cacique. 
Otra versión, respaldada por el periodismo de la época y dentro de la cultura popular a través del “corrido de Gargallo” escrito e interpretado por el grupo Pedro y Adán y su Grupo Tropical, mencionan que, a la edad de 17 años, Toribio Gargallo formó parte de la banda encabezada por Tomás Sánchez Ramos “Tomasín”. Este personaje, oriundo de Tezonapa, Veracruz, encarnaba a la perfección la figura del bandolero social, pues no solamente fue un pistolero temido con un largo historial de asesinatos a sus espaldas e involucrado en negocios ilegales, sino también por asaltar los ingenios azucareros de la región y repartir el dinero a los cañeros, en venganza por los abusos cometidos por los propietarios, repartir dinero de sus atracos a la gente más pobre de la región, comprar alimentos y medicinas, trasladar a los enfermos a los hospitales en sus vehículos y por organizar fiestas y bailes en los pueblos bajo su control; incluso, según relatan personas que lo conocieron, se jactaba de haber sostenido un encuentro con Lucio Cabañas, con el fin de que él y la banda a su cargo formara una guerrilla en la Sierra Negra de Puebla.
Tras la muerte de Tomasín el 11 de enero de 1978, Toribio Gargallo asume el control de la región de Tezonapa, Omealca, Ojo de Agua, Cosolapa, Cruz de Tetela y Presidio. El poder de Gargallo se consolida gracias a la fama que le dio el haber sido uno de los hombres de confianza de Tomasín, por el asesinato de Pablo Lagunes, Tranquilino Álvarez y la detención y ejecución de la familia Vallejo en Ojo de Agua y por las alianzas que teje con las familias caciquiles Huerta Barreto y Hernández Terrazas, las cuales, sostenían una guerra con la familia Lozano, los caciques de la localidad de Tezonapa, oficialmente reconocidos por el gobierno de Veracruz.
Otro factor de suma importancia en el surgimiento de personajes como Toribio es el contexto de la región. Históricamente, el territorio que rodea las ciudades de Córdoba y Orizaba, así como la región de las Altas Montañas, ha sido el medio ideal para la operación de distintos tipos de grupos armados. Desde la colonia, los densos bosques de la región y la intrincada sierra dieron refugio al grupo de esclavos negros rebeldes liderados por Gaspar Yanga, el primer guerrillero de la historia de américa y fundador del primer municipio libre de américa, San Lorenzo de los Negros, Yanga. En la última década del siglo XIX, la región experimentó un acelerado desarrollo a causa de la construcción del ferrocarril que comunicaría a Tuxtepec, Oaxaca con el resto del país, estableciéndose con ello varias haciendas cañeras y ganaderas. Pero si bien el desarrollo de la industria cañera hizo de la región de Tezonapa un importante centro de producción al que llegaban campesinos y trabajadores de otros puntos de Veracruz y Oaxaca, en la región imperaba un vacío de autoridad. Para resolver esa situación el gobierno de Adolfo Ruíz Cortínez formó un destacamento de policía rural, conocido localmente como guerrillas, las cuales tenían como tarea perseguir a los salteadores de caminos y abigeos.
Prontamente, esos destacamentos rurales se disolvieron, pero las armas que el ejército mexicano había dado a sus integrantes permanecieron con ellos, y algunos como Juan Lozano Huerta, las usaron para establecer su poder a nivel regional, formándose con ellos los primeros cacicazgos de la región. La impunidad imperante en estos “territorios sin ley” no solamente permitía la libre acción de los caciques y sus pistoleros, sino también sumía a sus habitantes de un estado anómico donde no existía otra ley más que la hecha por mano propia. Los asesinatos por venganza eran la única forma de justicia a la que algunas víctimas podían aspirar, ya que quienes denunciaban las injusticias en la región eran asesinados o desaparecidos. A causa de dicha situación, a Tezonapa se le denominó como el salvaje oeste mexicano.
Ciertamente personajes como Gargallo no nacen, sino que se hacen, pero lejos de ser procesos individuales donde el alma del sujeto se corrompe a causa de los males que ha experimentado en vida, la aparición de personajes como Toribio Gargallo responde a la influencia de un contexto donde las dinámicas del ejercicio del poder dentro de los territorios rurales, está determinado por el uso de la violencia, ejercida de manera física y simbólica como principal medio de movilidad, ascenso y control social, en beneficio de la clase al frente de poder económico y político.
Caciques y pistoleros:
Paúl Friedrich define a los caciques como líderes autocráticos y autoritarios de la política de una determinada región. Su poder se sostiene cuatro puntos de apoyo: el respaldo de una red de parientes, colaboradores y dependientes económicos; el control de la economía local, tanto de los negocios lícitos como ilícitos; el uso de la violencia ejercida mediante grupos armados de pistoleros que ejecutan sus órdenes y la legitimidad otorgada por el propio Estado, al cual sirve como vínculo entre el poder político legalmente establecido y la región que gobierna. 
El cacique ha sido una figura política presente desde antes de la conquista española, y es gracias a su estatus de intermediario con el poder central que se garantiza el control político, económico y social de un determinado territorio en favor de los intereses dominantes. Por eso, pese a que pueda parecer un poder de facto, este no está alejado de la esfera de control del Estado y puede permanecer o ser sustituido si así lo dictan dichos intereses.
Por otra parte, los pistoleros pueden definirse como profesionales de la violencia encargados de ejecutar las órdenes dictadas por caciques, políticos y hombres de negocios, las cuales podían ser desde intimidar hasta asesinar a un adversario. Exhibicionistas y prepotentes, los pistoleros, de acuerdo con Pablo Piccato, son personajes que se mueven sobre la frontera de la ilegalidad y la legalidad, pues a pesar de lo violentos y poco discretos que son sus crímenes, estos se mantenían en la total impunidad, pues eran funcionales para el poder político y económico. 
Pero ¿Cómo es posible tal situación? Ciertamente asumir que la colaboración entre funcionarios gubernamentales y el crimen organizado es producto de la corrupción significa reducir a su máxima expresión la dimensión real del problema, ignorando el hecho de que esta relación es necesaria no sólo como fuente de financiamiento para los funcionarios, sino también para garantizar el control social de territorios con recursos valiosos para el capital y sofocar potenciales focos de descontento social.
Marx Weber menciona como el Estado, al ser una asociación institucional de dominación, este posee el derecho de ejercer el monopolio de la violencia, legitimada por la autoridad que le ha sido concedida por la población. Pero si bien, se puede creer que este uso de la violencia se ejerce para proteger la seguridad y garantías de la población, para el marxismo el Estado representa la máquina de dominación de una clase sobre otra, la cual utiliza esa violencia legítima para aplastar la resistencia de las clases subalternas.
Sin embargo, esa violencia institucional se encuentra reglamentada en base a la normatividad que rige su uso, haciendo que, en la teoría, esta no se aplique de manera arbitraria e indiscriminada. En este sentido, Weber también nos menciona que, en su condición de institución poseedora de este derecho, el Estado puede autorizar su uso por parte de agentes y cuerpos privados, los cuales la utilizan en aquellos casos donde es necesaria la transgresión del marco legal para los fines que así le convengan.
Si bien, los gobernadores de Veracruz siempre han tenido que compartir el poder con los caciques, fue durante el gobierno de Agustín Acosta Lagunes (1980-1986) que prolifera su uso como agentes al servicio de los intereses del gobierno. Los caciques y pistoleros tenían la tarea de preservar el poder político del Partido Revolucionario Institucional en las regiones que gobernaban, administrar los negocios ilícitos mediante el control del contrabando, robo de vehículos, narcotráfico, tráfico de armas y el secuestro, así como eliminar por encargo a todo individuo que significara un estorbo para los intereses de los grupos de poder locales y estatales: rivales políticos, jefes policiacos, presidentes municipales, periodistas y líderes campesinos.
Uno de los más prolíficos y sanguinarios caciques de ese sexenio fue precisamente el primo político del gobernador Acosta Lagunes, Felipe Lagunes Castillo “el Indio”, el cual estaba al frente de una banda conocida como la Sonora Matancera, responsable, entre otras cosas, del asesinato del líder cañero Roque Spinoso Foglia.
Toribio Gargallo no era ajeno a estas dinámicas. De entre sus múltiples víctimas se encontraban no solamente otros pistoleros y adversarios con los que se disputaba el poder regional y el control de los negocios ilícitos, sino también dirigentes campesinos como Alfredo Rodríguez, ejidatario de Ojo de Agua asesinado en 1979 y al comisario ejidal de Ojo de Agua, Udias Naredo Galván en 1981; también al líder estudiantil Ramón Tovar asesinado en la comunidad de Manga Larga en 1982; En contubernio con sus enemigos, la familia Lozano, pistoleros de Toribio asesinan el 10 de octubre de 1988 a Inocencio Romero Juárez, presidente municipal electo de Tezonapa por el Partido Mexicano Socialista, líder popular de la región que se atrevió a organizar a los pobladores para sacar al PRI y los caciques del poder; También sería el responsable del asesinato y desaparición forzada de Martin Heredia Sánchez, periodista del periódico El Sol del Centro el 23 de noviembre de 1989, quien fue de los pocos periodistas en denunciar los crímenes de Toribio y el primer periodista en México víctima de desaparición forzada.
Pese a las denuncias que en su momento hubo contra él, los crímenes de Gargallo simplemente no existían para el gobierno del estado de Veracruz, pues como se ha descrito, eran funcionales para el control de su hegemonía en las distintas regiones del estado. 
Prueba de ello es la protección que Toribio recibía por parte de la Subprocuraduría de Justicia en Córdoba, del Ministerio Público de la misma localidad, del Delegado de la Zona Centro de la Dirección General de Seguridad Pública de Veracruz, del Tribunal Superior de Justicia, de las respectivas comandancias de la Policía Judicial Estatal y Federal e incluso, se sabe que Toribio y sus hombres recibieron credenciales de policía de manos del general Mario Arturo Acosta Chaparro, cuando estuvo al frente de la Dirección General de Seguridad Pública del Estado de Veracruz,.
Pero, así como hemos afirmado que esta violencia cometida por agentes particulares es tolerada por el Estado siempre y cuando vaya acorde a sus intereses, en el momento en el que se produce un cambio de administración estos pactos se rompen para dar paso a unos nuevos.


La reestructuración del poder criminal:
Fernando Gutiérrez Barrios asume la gobernatura de Veracruz el 1 de diciembre de 1986. Si alguien encarna en su personalidad el carácter coercitivo y coactivo del poder de Estado es él. Su llegada no solamente representó una señal de alarma para los movimientos sociales de la entidad, temerosos de ser víctimas de sus ya conocidas técnicas de espionaje y represión, sino también, para los caciques de la región a quienes les declara la guerra.
Se comentó en su momento que la llegada de Gutiérrez Barrios a la gobernatura de Veracruz responde a la necesidad del gobierno de Miguel de la Madrid de pacificar al estado, pues el poder que Acosta Lagunes les concedió a los caciques y pistoleros estaba fuera de control y comenzaba a afectar la imagen de Veracruz a nivel nacional. Pero principalmente, el poder regional de los caciques era un estorbo para el desarrollo de una nueva industria de carácter transnacional cuyo control redituaba grandes ganancias al Estado mexicano: el narcotráfico.
Si bien la producción y distribución de drogas es una industria nacida en los años 20’s, durante décadas se manejó como un negocio a nivel local, operado por pequeños productores que a nivel local movían su mercancía tanto para suplir la demanda a nivel local como a nivel internacional. El surgimiento del Cartel de Guadalajara a mediados de los 70’s significó un parteaguas en el negocio del narcotráfico, pues logro unificar a un grupo de productores locales en una gran red que trascendió las fronteras regionales y se extendió a nivel nacional, obteniendo en el proceso grandes ganancias. 
El Estado mexicano vio en el modelo del Cártel la oportunidad perfecta para monopolizar y controlar el negocio de la droga, otorgando permisos a estos grupos para operar en determinados territorios, pagando cuotas y protección para que las fuerzas de seguridad no intervinieran en el trasiego, apoyando financieramente a sus candidatos y, por supuesto, ayudando a sofocar los potenciales focos de descontento social. Este modelo colisionaba frontalmente con los caciques y sus cotos de poder regional, ya que los cárteles comenzaban a desplazarlos de las tareas que históricamente les habían pertenecido.
Los primeros golpes de Gutiérrez Barrios contra el caciquismo en Veracruz son la detención del poderoso cacique del sur Cirilo Vázquez Lagunes en marzo de 1987 y la de los antiguos miembros de la Sonora Matancera, así como el desmantelamiento de varias pistas de aterrizaje clandestinas, de las cuales partían aviones a la frontera con Estados Unidos transportando empaques de cocaína. Estas pistas eran propiedad de varios caciques y formaban parte de su estructura local de comercio de droga. Caso contrario, las pistas pertenecientes a uno de los grandes cárteles de la época reciben protección federal.
A raíz de la caída de Cirilo Vázquez, los caciques que habían sido privilegiados por Acosta Lagunes declaran la guerra, recrudeciéndose la violencia en las zonas rurales del estado. Toribio Gargallo huye a Houston Texas con la esperanza de evadir su captura. Permanece dos años en Estados Unidos hasta que en 1988 Gutiérrez Barrios deja la gobernatura de Veracruz para tomar posesión como Secretario de Gobernación de Carlos Salinas de Gortari, dejando a Dante Delgado Ranauro como gobernador interino. Gargallo regresaría a México ya que su compadre, Heriberto Martínez, encargado de la Junta de Mejoras de la región, fue protector político de Dante, por lo que apelaría a esa relación en un intento de ganarse la seguridad y protección del nuevo gobernador.
Sin embargo, Delgado Ranauro tenía la orden del ahora Secretario de Gobernación de liquidar a Gargallo. El 10 de octubre de 1991, después de acudir a una cita con su compadre Heriberto Martínez en el Hotel Fortín de las Flores, Toribio acompañado de cuatro de sus pistoleros se dirigen hacia Omealca. Al llegar al entronque de dicha localidad con la carretera federal Veracruz-Córdoba, la camioneta de Gargallo se encuentra con un retén de la Policía Judicial del Estado de Veracruz. Confiado, Toribio desciende de la unidad para saludar a los comandantes Antonio Rodríguez Hodkings y Norberto Portilla Morales, sus antiguos socios, sin embargo, sin previo aviso, una docena de agentes abre fuego contra Gargallo y la camioneta. Los pistoleros apenas y tienen tiempo de reaccionar, pero todos caen abatidos. Toribio recibe 14 disparos y finalmente, al igual que su padre Constantino, recibe el tiro de gracia con una escopeta en la cabeza. La foto de su cadáver protagoniza la primera plana de los diarios a nivel estatal. Así moría Toribio Gargallo, eliminado por el mismo sistema que lo creó.
El Cielo, el Descanso y el Paraíso:
Ya desde el año de 1988 Jacinto Rodríguez Hínestroza, ex pistolero de Toribio, había denunciado en prensa y en cartas dirigidas al presidente Miguel de la Madrid, la existencia de unos pozos artesianos de agua donde Toribio y sus pistoleros se deshacían de los cadáveres de sus víctimas. Nadie le prestó atención.
Sería hasta la muerte de Toribio que agentes de la Policía Judicial del estado de Veracruz realizarían cateos en distintas propiedades de Gargallo en Ojo de Agua, encontrando los mencionados pozos de agua con esqueletos humanos y cuerpos en descomposición en su interior. La cifra inicial de víctimas fue de 30 pero a medida en que descendían a los mismos se encontraban más cuerpos, haciendo necesario el uso de maquinaria pesada para excavar. La cifra de cadáveres ascendería a 300. De entre los restos que se lograron identificar estaban los del periodista desaparecido Martín Heredia Sánchez, de los empresarios Martín Tress Rodriguez, Mauro Montero Garduño, así como Alberto Rodríguez Hínestroza, hermano de Jacinto su ex pistolero y denunciante. También se localizaría el cuerpo de Silvestre Lozano Morán, perteneciente a la familia caciquil de Tezonapa. 
El resto de los cuerpos localizados en las fosas nunca fue identificado, ya que las familias con personas desaparecidas en la región no se animaron a ir a reconocer los cuerpos por temor a represalias, pero es una certeza que ahí se localizaban los cadáveres de decenas de pobladores oriundos de Tezonapa, Omealca, Cruz de Tetela, Yanga y Cuitláhuac, la mayoria de ellos campesinos y, de acuerdo con testimonios, familias enteras que fueron ejecutadas y arrojadas a los pozos por los hombres de Gargallo. A ello se suma el hallazgo en el predio de La Pochota de una enorme higuera en cuyas ramas colgaban los restos de personas ejecutadas por los pistoleros.
Años después, desde el anonimato, pistoleros de Gargallo relataron al escritor y periodista Felipe Bustos García cómo Toribio y su hermano Gregorio les ordenaban deshacerse de la gente en los pozos. Bustos incorporaría este relato a su novela El Uno: 
“La rutina era la misma, buscábamos al fulano o fulanos, fulana o fulanas que Toribio o Gregorio nos decían, los sacábamos de donde estuvieran y los llevábamos al pozo. Nada más les dábamos chance que se persignaran.”
“Había tres pozos artesianos en la parcela ejidal de Ojo de Agua, zanjas naturales entre la tierra rocosa y árida a cuyas profundidades nadie había bajado excepto aquellos señalados por la mano “buena” del Toro, quien decidía su destino una vez que eran puestos a su disposición o contravenían sus mandatos y deseos.”
“Los miembros de la banda los llamaban el Descanso, el Cielo y el Paraíso y era costumbre que jugaran con la inocente víctima pidiéndole que escogiera a dónde quería que la llevaran.”
“A esas hondonadas empezaron a arrojar los cuerpos de aquellos que se negaban a dar parte de sus alcances de la caña en el ingenio, los que no compartían su casa y sus pertenencias cuando se les pedía o quienes simplemente estorbaban y eran mandados a aniquilar mediante paga”.
“Cuando vieron que no se llenaba se hizo hospedaje eterno para cualquiera propuesto por la banda. Lo mismo el prestamista que se había negado a darles su dinero, que la viuda ricachona o el sindicalista estorboso o el borrachito impertinente.”
“Todos tenían su lugar en el Cielo, el Paraíso o el Descanso.”
32 años de impunidad:
Los pozos de Ojo de Agua se adelantaron 25 años a las fosas de Colinas de Santa Fe, hoy consideradas el cementerio clandestino más grande de américa latina. La diferencia es que en 1991 a pesar de que el hallazgo de un cementerio clandestino con 300 cadáveres era un hecho sin precedentes, nadie dijo nada y la noticia no trascendió a nivel nacional. Para el gobierno del estado de Veracruz, la muerte de Gargallo bastaba para hacer justicia.
Sin embargo, Gargallo no murió como venganza por todas aquellas vidas que él y sus hombres arrebataron, sino que fue eliminado por el mismo sistema que lo creó porque ya no encajaba en las nuevas dinámicas de administración del crimen. Quedaron impunes todos los policías, jueces, políticos, y empresarios que usaron a gente como Gargallo para sostener su poder.
Y aunque la retórica del estado argumentaba que la muerte de los caciques significaba el fin del Veracruz bronco y violento, lo cierto es que sentó las bases para una tragedia de magnitudes mucho mayores. Con el fin de la era de los caciques y pistoleros daría inicio la era de los cárteles del narcotráfico y con ella, una escalada de violencia que volvería a manchar de sangre la región de las Altas Montañas. 
En abril de 2016 y septiembre de 2017 los colectivos Familias en Búsqueda de Orizaba y Solecito Córdoba, anunciaron el descubrimiento de fosas clandestinas y pozos con cadáveres en La Pochota y Omealca. Para la memoria de los habitantes de la región, fue inevitable la asociación entre dicho descubrimiento y los crímenes de Toribio Gargallo. Solo que, en esta ocasión, los familiares de los desaparecidos han decidido volver a hacer justicia por propia mano, solo que esta vez no mediante venganzas armadas, sino desafiando el miedo y emprendiendo la labor de buscar a sus desaparecidos.
Referencias Bibliográficas:
Dulce Guanábana: Pedro Ibáñez Hernández.
Cuando Dante Mandó a Matar a Toribio Gargallo: Pablo Jair.
Masacre en el Llano de la Víbora: Miguel Ángel López Velazco.
El Dos y El Uno: Felipe Bustos García.
Un Infierno Llamado Veracruz y Bamba Violenta: Luís Velázquez Rivera.
Guerracruz, Rinconcito donde hacen su nido las hordas del mal: Violeta Santiago.