Sinaloa México
EDITORES / GUILLERMO SANDOVAL G / M ROCÍO SÁNCHEZ B

EL CAMPO MILITAR NO. 1

El día de ayer, 23 de septiembre, fecha importante en la historia del Movimiento Armado Socialista en México, personal de la Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de las Graves Violaciones a los Derechos Humanos Cometidas de 1965 a 1990, rindió un informe sobre los primeros trabajos de reconocimiento en el Campo Militar No. 1, para la localización de las cárceles clandestinas dónde cientos de detenidos-desaparecidos fueron mantenidos en cautiverio.

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Sin embargo, salta a la vista que no todos los colectivos de víctimas de la Guerra Sucia han sido invitados a estos trabajos, y preocupa que algunas personas pretendan con estas labores limpiar la imagen del ejército.
 
Rememorar la relevancia que tiene el Campo Militar No. 1 dentro de la historia de la contrainsurgencia en México, nos ayuda a comprender la magnitud de los crímenes de lesa humanidad que se cometieron dentro de sus muros y a recordar que todos estos son crímenes de Estado y que no hay manera de construir reconciliación entre los verdugos y las víctimas.
 
El Campo Militar No 1:
 
Localizado en el área limítrofe entre la Ciudad de México y Naucalpan, Estado de México, se encuentra una de las instalaciones militares más importantes del país, el Campo Militar No 1. Este complejo militar alberga dentro de sus muros a las bases de operaciones de las unidades de élite del ejército, así como instalaciones médicas, unidades habitacionales, espacios de esparcimiento y recreación, escuelas, oficinas administrativas, jurídicas y la prisión militar.
 
Pero principalmente, este complejo militar es conocido por haber sido uno de los principales centros clandestinos de reclusión, donde, durante la “Guerra Sucia”, el Estado mexicano privó ilegalmente de la libertad, torturó y desapareció a cientos de opositores políticos, principalmente a los pertenecientes a las organizaciones político-militares socialistas aparecidas a finales de los 60’s y durante la década de los 70’s.
 
El uso del CMN1como espacio de detención para la disidencia política en México se remonta al año de 1968. Durante la represión contra el movimiento estudiantil, el ejército mexicano junto con la Dirección Federal de Seguridad y la Policía Judicial Federal hicieron uso de las instalaciones carcelarias creadas en septiembre de 1961 por orden del entonces presidente Adolfo López Mateos para albergar reos civiles del fuero federal y militares.
 
Dentro de estas instalaciones carcelarias, serían recluidos los estudiantes detenidos después de los diversos enfrentamientos con la policía y durante los operativos militares contra instalaciones escolares, así como a las casi dos mil personas detenidas la noche del 2 de octubre de 1968. Los estudiantes detenidos serían objeto de vejaciones y torturas para delatar a los miembros del Consejo Nacional de Huelga.
 
Con la irrupción de las organizaciones político-militares socialistas en el campo y la ciudad a finales de los 60’s y principio de los 70’s, el Estado mexicano construye un complejo aparato contrainsurgente cuya misión consiste en detectar y eliminar a las fuerzas rebeldes. Un elemento de vital importancia dentro de este aparato lo constituyen los centros clandestinos de detención, los cuales se pueden definir como espacios cuya condición secreta los ubica fuera de los márgenes del Estado de Derecho, gracias a lo cual, las fuerzas de seguridad responsables de la operación de dichos espacios, poseen la facultad para violentar los derechos humanos de las personas recluidas en estos espacios mediante la implementación de diversas técnicas de tortura física y psicológica, así como la práctica de otros crímenes de lesa humanidad como la ejecución sumaria y la desaparición forzada.
 
Por todo el país, las diferentes fuerzas de seguridad establecen sus propios centros de reclusión clandestina: las corporaciones policiacas  y la DFS solían utilizar casas de seguridad o sus propias instalaciones policiacas, mientras que el ejército solía utilizar los cuarteles de zona. Pero sin duda, la instalación mejor equipada para recluir, torturar, desaparecer y coordinar los movimientos de los elementos involucrados en las labores contrainsurgentes fue el Campo Militar No 1.
 
Como se mencionó con anterioridad, las instalaciones carcelarias militares construidas en 1961 servirían en un primer momento para mantener en cautiverio a los presos de origen civil dentro del CMN1. De acuerdo a diversos testimonios de ex prisioneros, dicha infraestructura se asemejaba a una instalación penitenciara regular, las celdas estaban distribuidas a lo largo de un pasillo, tenían puertas de hierro y lámina con una pequeña mirilla, una pequeña ventanilla reforzada con barrotes de hierro y sus paredes estaban cubiertas de mosaicos amarillos. Al interior de esta instalación también había una habitación especial, sin ventanas y con paredes de cemento donde el personal militar realizaba interrogatorios acompañados de torturas: golpes, toques eléctricos, tehuacanazos y el “pocito”. Por fuera, la cárcel se ubicaba al lado de las caballerizas, rodeada por un muro de piedra volcánica cercado por alambre de púas. Esta instalación fungía como área de ingreso, en donde a los detenidos se les permitía cierto grado de socialización y se realizaban los primeros interrogatorios con tortura.
 
Otro castigo aplicado a los detenidos consistía en colgarlos al aire libre de una especie de tubos con ganchos. El General José Francisco Rodríguez Gallardo, crítico de los abusos del ejército, relató que durante su estadía en la prisión militar del CMN1 vería dichos ganchos: "Me llamaban mucho la atención los tubos con ganchos colgados al aire libre. A la gente vieja de la prisión, oficiales adscritos como custodios desde muchos años atrás, les pregunté para que eran esos tubos. Uno de ellos me dijo: "No, mi general, es que ahí colgaban a la gente durante cuatro o cinco días; ahí colgaron a varios de la Liga (Comunista 23 de Septiembre)".
 
A medida en que la política contrainsurgente se recrudece y comienzan a operar diversas estrategias antisubversivas, se habilitan dentro del CMN1 otros espacios para la reclusión clandestina, operados no solamente por el ejército, sino también por el grupo especial contrainsurgente: la Brigada Blanca
 
Además de la cárcel militar, se sabe que dentro del CMN1 existían otros espacios clandestinos de detención, cuyo acceso era más restringido. Una de estas cárceles es conocida por los supervivientes como “El metro” o “el túnel”, la cual, no solamente se encontraba bajo control militar, sino también de elementos como la DFS y la Policía Judicial Federal. Dicha cárcel consistía en un sótano localizado cerca de las instalaciones pertenecientes al Primer Batallón de Fusileros Paracaidistas, debajo de una biblioteca, y a la cual se accedía accionando una palanca que abría una compuerta a ras de suelo. Los detenidos, esposados y con la cabeza cubierta, descendían por una escalera de caracol. La cárcel subterránea tenía un total de 14 celdas divididas en dos filas. Las celdas medían apenas 1.20 metros de largo, carecían de camas y únicamente contaban con un excusado desprovisto de tanque de agua. No existía ningún tipo de iluminación dentro de esta cárcel pero existían unas claraboyas protegidas con barrotes que dejaban mostrar solo un pedazo del mundo exterior, había un radio que sonaba a todo volumen las 24 horas del día. Los presos recibían poco alimento y agua y, por lo menos tres veces al día, eran sometidos a brutales golpizas por parte de los guardias.
 
Se sabe que dentro de este lugar estuvieron recluidos varios militantes de la mayoría de las distintas organizaciones político-militares, pero el Estado mexicano mostraría una particular saña en contra de la Liga Comunista 23 de Septiembre y el Partido de los Pobres; algunos militantes de estos grupos alcanzaron a escribir sus nombres en las paredes de las celdas como mudo testimonio de su estancia en este lugar. De acuerdo con el testimonio de algunos ex custodios de esta instalación, ningún detenido era conocido por su nombre, únicamente se les asignaba un número.
 
Otra cárcel clandestina es la conocida como “el infierno”, de la cual, se dice se localizaba en algún punto del CMN1 con maquinarias, calderas u hornos, debido al ruido mecánico, la escaza iluminación y al intenso calor, de ahí su apodo. Esta instalación sería la más secreta, incluso para los propios elementos militares y agentes al servicio de la Brigada Blanca y se creé que era una zona de castigo especial. Por su parte, el testimonio de Horacio Espinosa Altamirano, reportero de la Revista Por Qué?, secuestrado por la DFS el 8 de septiembre de 1974 y recluido en la prisión militar del CMN1, menciona la existencia de unas crujías y galeras en donde se encontraban hacinados en condiciones infrahumanas decenas de campesinos provenientes de la sierra de Guerrero, detenidos a causa de la campaña contrainsurgente contra el Partido de los Pobres.
 
La resolución final sobre el destino de los presos en el CMN1 fue diverso. Algunos alcanzarían a obtener su libertad, gracias a la presión social de los primeros grupos de familiares de las víctimas de detención-desaparición. Otros pudieron tener un final más siniestro. Se sabe por testimonios de ex soldados y policías que cada cierto tiempo, los mandos militares a cargo de estos centros de reclusión clandestina llegaban con el fin de llevarse a ciertos presos. Se daba la orden de sacar al prisionero de la celda, encapucharle completamente la cabeza y esposarlo de pies y manos, acto seguido se destruía la lista donde se encontraba su nombre y número de asignación, eliminando así todo indicio que pudiera servir para rastrear su presencia en dicho lugar. Los prisioneros eran sacados fuera del CMN1 y trasladados a la Base Aérea de Santa Lucía desde donde eran repartidos a otros sitios clandestinos de detención.
 
Gracias al testimonio del soldado desertor Zacarías Osorio Cruz, se sabe que algunos presos del CMN1 fueron trasladados a los campos militares de San Miguel de los Jagüeyes y San Juan Teotihuacán en el Estado de México, y que ahí habrían sido fusilados con armas de alto poder en los campos de tiro, al punto de dejarlos irreconocibles. Otro grupo se encargaría de hacer desaparecer los cuerpos, probablemente por incineración, por entierro clandestino, o arrojados a los drenajes profundos. Otros habrían sido llevados a la Base Aérea de Pie de la Cuesta, Guerrero, donde habían sido ejecutados personalmente por el mayor Mario Arturo Acosta Chaparro, colocados en costales y arrojados al mar desde aviones de la Fuerza Aérea Mexicana.
 
Pese a las denuncias de ex prisioneros, colectivos de familiares de los desaparecidos e incluso de militares y policías, el Estado mexicano por muchos años negó que en el Campo Militar No 1 hubiesen estado presos civiles, argumentando que los detenidos-desaparecidos o bien habían muerto en enfrentamientos o habían sido asesinados por sus propios compañeros.
 
Dicha situación hizo que una de las principales demandas de los familiares de los detenidos-desaparecidos fuera la apertura del CMN1 y la realización de una investigación para hallar indicios de las personas detenidas ilegalmente en este lugar. Pese a que en este año 2022 las puertas del CMN1 se han abierto, dicho acto, lejos de representar una victoria para los familiares de las víctimas, constituyó una ofensa hacía la larga trayectoria de lucha que han desempeñado, pues dicha apertura viene de la mano con un homenaje que el Estado mexicano quiere hacer a los elementos militares que murieron durante la contrainsurgencia, queriendo equiparar a los represores con las víctimas en un nefasto intento de “conciliación”.
 
Pese a tales pretensiones, el CMN1 permanece como un símbolo de la represión del Estado mexicano.
 
 
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* Fuentes de referencia:
 
- México Armado, 1943-1981: Laura Castellanos.
 
- [Tiempo Suspendido] Una historia de la desaparición forzada en México, 1940-1980: Camilo Vicente Ovalle.
 
- Desaparición Forzada y Terrorismo de Estado en México: Andrea Radilla Martínez y Claudia Rangel.
 
- México en los setenta ¿Guerra Sucia o Terrorismo de Estado?: Claudia Rangel y Evangelina Sánchez Serrano.
 
- Obligado a Matar, Fusilamiento de Civiles en México: Proceso
 
- El Policía: Rafael Rodríguez Castañeda.
 
- Nazar, la historia secreta: Jorge Torres.

- Campo Militar Número Uno: Horacio Espinosa Altamirano.