Sinaloa México
EDITORES / GUILLERMO SANDOVAL G / M ROCÍO SÁNCHEZ B

UN RECUERDO DE CANTINA

“El albañil borracho” (1786), de Francisco de Goya y Lucientes

Hace muchos años, un día lluvioso, a mitad de semana, estaba en un conocido bar, en un ambiente agradable con invitados que, en su mayoría, eran perpetuos asistentes a ese lugar los fines de semana. Los debates se ponían sabrosos despues de unas cuantas ambarinas heladas. Se disfrutaba el alcohol y no creo que aun existieran las cervezas sin alcohol. Así, que nadie de los asistentes tenia alergia a esa bebida, nadie era intolerante, ni padeció alergia al gluten por comer camarones. Esa noche sucedió algo que sigo recordando.

Algo que remueve la memoria y que el cerebro recupera. Una experiencia que me da una imagen, y de vez en cuando, y a menudo pone las cosas en perspectiva. Creo que los recuerdos de experiencias personales pueden ser decisivos para saber cómo nos sentimos con nosotros mismos y cómo planificamos el futuro. Recuerdo que uno de los que estaba bebiendo perdió el contacto consigo mismo y se comportó de tal manera que se causó problemas a sí mismo y a los demás consumidores. En buen hombre, que de vez en cuando se portaba un poco mal, y esa noche comio camarones y bebio cerveza sin parar. El mesero le pidió que abandonara el lugar, pero no recibió respuesta.

Me preste a escoltarlo hasta la salida, le plleve a mi auto para llevarlo a su casa. Ya afuera me miro entre una mezcla de tristeza y amargura. Luego me dijo en voz baja “Crees en el infierno o crees en el cielo” No tengo la respuesta, pero pensándolo bien no creo en ninguno de los dos, recuerdo le dije. En seguida pensó un poco y dijo la siguiente frase; “Si crees en el cielo, te equivocas, porque hemos terminado en el infierno, eso lo sé, he luchado toda mi vida y todo es simplemente doloroso, triste y con muchas ganas de salir de esto, pero el vicio me tiene atrapado como en la película “atrapado y sin salida”

Esa noche salió su esposa a recibirlo. Me dijo-. Es un buen hombre, un buen padre es decente, y trabaja duro sin parar, pero tiene el defecto que cuando bebe se vuelve loco con la bebida. Disculpe las molestias. Ella se veía afligida por su marido, no dijo palabras que molestaran, sino que adoptó una postura conciliadora, se notaba que ella era una buena persona. Me da vergüenza comento cuando toma por sus arrebatos contra la gente que lo quiere. La esposa no mostraba enojo alguno, lo toleraba. Me declaro que su ultima vez choco el auto y lo llevaron detenido. Lo único dijo que me molesta es que se malgasta el dinero, pero así es mi marido. -Si le conteste es un buen amigo, una fina persona en su vida normal. - A veces deja de beber, y se mantiene firme en el papel de Padre, y cuando lo veo que inicia a ser un padre estricto ya me imagino que anda con ganas de beber.

 No tiene pasión por la bebida, toma muy de vez en cuando “Lejano, uno, dos meses” Mi amigo era un tipo educado, meticuloso, modesto, humilde, estricto, obsesivo con su trabajo. Pero su debilidad era cuando tomaba. Pasaba de adicto al trabajo a que le ganara las ganas de la bebida. La esposa no estaba enojada, sino que se veía escrupulosa al analizar a su pareja. Un hombre que ella dijo lo amaba, apreciaba que lo llevara de regreso a su casa.

Quien lo viera en ese estado pensaría que mi amigo cargaba sobre sus hombres el sufrimiento del mundo entero. Se mujer se las arreglaba para cargar con esos momentos de debilidad del esposo y padre de sus hijos, aceptándolo. Su problema al beber le ocasionaba que nadie lo quisiera invitar a pesar de que prometía que no caería en el mismo error en volverse loco y agresivo. Antes de cerrar la puerta su esposa, mi amigo se reapareció hacia mi persona y me volvió a preguntar en voz baja “Crees en el infierno o crees en el cielo” ¡No lo olvides, si existe y para allá vamos tarde que temprano!

Nunca más lo volví a ver, hasta que unos cinco años despues le pregunté a un amigo mutuo por él. Me dijo que esa noche se puso mal al llegar a su casa, lo llevaron al hospital, pero murió de un paro cardiaco.

Autor: RAMÓN ANTONIO LARRAÑAGA TORRÓNTEGUI

Diplomado y Maestría en Desarrollo Humano FESC- UNAM