Sinaloa México
EDITORES / GUILLERMO SANDOVAL G / M ROCÍO SÁNCHEZ B

LA MUERTE ME LLEVO A LA IGLESIA

Las puertas grandes y macizas me hicieron reflexionar en ese límite entre los dos mundos, el de la vida cotidiana como si toda ella estuviera llena de espíritus y el desconociminero del camino de la muerte. Me senté en una gran banca de madera, muy incómoda, por cierto.
El tiempo fluye de manera diferente aquí, como una mezcla de pasado, presente y futuro. La persona es traída cuando niño a la pila bautismal, y muere con una facilidad que a muchos les da miedo por lo fugaz, rápido con lo que las enfermedades te entierran (Cáncer, por ejemplo) Pero están conscientes que se acerca el momento con el paso del tiempo. La Iglesia encierra profundos misterios creando vagas sensaciones en la mente de las personas. Aquí sentado comienzas a meditar sobre tu propia vida.
La vida ahora tiene ritmos tan intensos que no dejan tiempo para buscar a Dios. Preferimos otras cosas o más bien vamos donde nos lleva la velocidad del ritmo, de las masas que determina todos nuestros movimientos y reacciones. Hay personas que dicen que no creen en Dios y que nunca han leído una sola página de los evangelios. Se ríen de la antigua idea de que al morir iras al cielo argumentando que el ser humano ya anda en Marte y no lo ha visto. Pero profesan en las cartas, el tarot y otras creencias. De hecho, la mayoría de la gente acepta el horóscopo con sus predicciones astrológicas. Unos más se preguntan ¿Qué quiere Dios de nosotros?
Mi amigo estaba en su ataúd ante el altar, aquel que cientos de veces tomando café en un restaurante me decía que necesitaba el deseo de poder creer las palabras de la iglesia, creo que se trataba del hambre de “Fe” una realidad que es más grande y más profunda que la que nosotros mismos podemos crear a través de la existencia. Pero la iglesia debe ser algo diferente, vivo y serio, que la gente pueda encontrar a su alrededor en la vida.
Si solo queremos y esperamos que la iglesia nos ofrezca un encuentro con nosotros mismos, si simplemente nos proyectamos en la iglesia, entonces es solo una imagen de nosotros mismos con lo que nos encontramos, y no un despertar profundo de la existencia. Pero la duda de que Dios exista se ha convertido en la mayor negativa mundial. La duda, incluso de nosotros mismos y de nuestra propia experiencia de la profundidad de la realidad. Como si el mundo no estuviera allí en absoluto en sus propios términos, con el sufrimiento, la alegría y toda la gloria, reunidos en lo que antiguamente se llamaba el destino del humano; lo que enfrentamos, lo que nos golpea cuando la vida se nos presenta tanto con sufrimiento como con felicidad.
Todas las cosas más importantes se nos dan, por así decirlo, el amor, la vida misma y, por lo tanto, también la fe. Uno no puede luchar activamente por la fe cumpliendo ciertas condiciones. Esa fue la experiencia de Lutero en el monasterio, cuando se sentía perdido al no poder hacerse lo suficientemente bueno para experimentar la fe. El gran descubrimiento de Lutero, sin embargo, fue que Dios no exige, sino que da. ¿Dudamos de nuestra fe?
Lutero se hundió más y más en su propia perdición; al enfrentar su fe con sus propias dudas. Hoy no creemos ni en nosotros mismos cuando sufrimos. Sí, resistimos y pensamos que la vida es difícil y, de hecho, pasa factura. A menudo no podemos hacer nada con todo lo que la vida nos da y exige. Pero también pensamos que es probablemente porque somos demasiado frágiles, y vulnerables.
No debemos sentirnos mal, tristes, frágiles, infelices y pesimistas. La vida se ha convertido en una peculiar mezcla de entretenimiento y miedo a las cosas serias y más profundas de la vida. No es porque no hagamos nada para ser felices. Las recetas son diversas. Pero todavía no es fácil ser humano, incluso para las personas que compran capsulas de melatonina para su felicidad o las que ingieren las píldoras de la ansiedad, que no son otra cosa que píldoras para el miedo e incertidumbre en relación con las condiciones generales de vida. La vida debería ser realizable y las dificultades, el sufrimiento son un mal funcionamiento de la existencia.
Cuando los antiguos dioses griegos realmente querían castigar a la gente de esa época, comenzaron por averiguar qué era lo que más deseaba el humano. Después de eso, cumplieron este deseo a la perfección. De hecho, es un castigo, cuya ironía completa podemos estar experimentando hoy. Se nos ha dado prosperidad económica, crecimiento, enormes oportunidades de consumo, una riqueza de oportunidades sin igual en términos de experiencias, entretenimiento y autorrealización personal.


Autor: RAMÓN ANTONIO LARRAÑAGA TORRÓNTEGUI
Diplomado y Maestría en Desarrollo Humano FESC- UNAM